advenimiento
para
una Buena Era
“La situación actual no puede seguir así por mucho tiempo, y
no nos llevará a ninguna parte. Y si las cosas no cambian, la alternativa es la
destrucción. Estamos en el final del Kali
Yuga [para la religión hindú, un ‘abismo de vicios’]. Yo diría que en vez
de desequilibrio hay una situación de injusticia que hay que resolver, porque
sin justicia nunca podrá haber paz. La paz no es sólo un ideal, es una
necesidad, porque la alternativa sería una catástrofe humana y planetaria.
Nuestro sistema competitivo, en el que sólo las cosas que pueden tener valor
económico están consideradas como valiosas, no puede ir muy lejos.”
RAIMÓN PANIKKAR
A esta altura hay en la tierra
suficiente sabiduría espiritual, conocimientos materiales y recursos naturales
disponibles como para asegurar a todos los seres humanos una vida decente y
gratificante. Pero al mismo tiempo se malgasta cada año un billón y cuarto de
dólares (1.250.000.000.000) en artefactos de destrucción bélica. Asimismo,
1.500 millones de personas viven bajo la línea de pobreza y por lo menos 2/3 de
esa gente (según el Banco Mundial) padece hambre endémica. El Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lo explica diciendo que el 20% de la
población mundial utiliza el 80% de los recursos disponibles, en tanto el 20%
que queda disponible de tales bienes se distribuye malamente entre el otro 80%
de los habitantes del globo. Podríamos ser una civilización de la abundancia y
la concordia, somos en cambio un desfile de dramáticas aflicciones.
El célebre físico-químico Ilya
Prigogine (1917-2003) dijo que la historia es una sucesión de bifurcaciones. Un
ejemplo fascinante de cómo sucede tal cosa es la transición de la era
paleolítica a la neolítica (hace unos once mil años), que se produjo prácticamente
en el mismo período en todo el mundo (un hecho aún más sorprendente dada la
larga duración de la era paleolítica precedente). Tal transición parece haber
sido una bifurcación ligada a una
explotación más sistemática de los recursos minerales y vegetales. Surgieron la
agricultura y la ganadería. El hombre dejó de ser un cazador-recolector y
comenzó una existencia sedentaria en ciudades. De esa bifurcación estructural
surgieron muchas ramas: el período neolítico chino, con su visión cósmica, el
neolítico egipcio con su confianza en los dioses, o el anhelante período
neolítico del mundo precolombino.
El universo es un vaivén constante de
nacimientos y agonías. En el cosmos, sin cesar nacen y mueren galaxias de cuya
existencia jamás tendremos noticia. Asimismo, en nuestro cuerpo, todo el tiempo
millones de nuevas células reemplazan a las que ya cumplieron su ciclo de
advenimiento, maduración y declive. Algo análogo sucede en el mundo vegetal,
animal y mineral, en consonancia con el aire, las aguas, la luz y los misterios
de la Creación.
La humanidad completó a nivel
calendario la primera década del siglo XXI, pero todavía seguimos anclados en
el siglo XX, no hemos logrado abrir rumbos hacia una era de abundancia y
justicia distributiva, pese a que la ciencia y la tecnología han contribuido a
ampliar netamente nuestra expectativa de vida, aunque al mismo tiempo han
promovido herramientas destructivas de índole espantosa. Existen los medios
materiales para asegurarle un “buen vivir” a todos los seres humanos, pero en
todas partes se comprueban situaciones de carencia y desolación. El genocidio,
el ecocidio y el geocidio ya son fenómenos cotidianos.
Durante los últimos diez años ha
predominado un ritual donde los
espectros ideológicos del cada día más remoto siglo XX, siguen erigiendo falsas
bifurcaciones basadas en la manipulación masiva a través de las tecnologías de
la información y de la prepotencia política.
Al despuntar los años Ochenta surgieron
dos corrientes de pensamiento que parecieron poner en foco los temas
prioritarios del momento histórico: el ecologismo y la
Nueva Era. El primero, despuntó como una
promesa de concordancia con la Madre Tierra
(Gaia), el segundo se expandió rescatando en Occidente sabidurías milenarias emanadas
de China, India, Japón y el Tíbet. En parte, ambas iniciativas se
desnaturalizaron y perdieron impulso: uno, por aplicarse mayormente a los
rituales de la proclama ambiental abstracta sin proponer rumbos convincentes
para una bifurcación estructural (o una auténtica Sociedad Verde); la otra,
dejándose invadir por la magia y los malabares esotéricos, sin convertirse en
una contagiosa realidad social cotidiana. Solamente las artes sanadoras (como
el Qi Gong, el Reiki, el Do-in, el Shiatzu, la holo-meditación y afines)
lograron abrirse camino como recursos complementarios para la salud. Prigogine (premio
Nobel de Química) dio una clave: “El mundo está en construcción y todos
podemos participar de ella.”
Hay miles de personas, aquí, allá y en
todas partes, implicadas en esa
construcción ejemplar. No promueven movimientos espectaculares, lo hacen
sutilmente, en múltiples terrenos de la vida cotidiana. Creen, como ha dicho
Eckhart Tolle, “que todas las cosas
naturales, además de estar unificadas consigo mismas, están unificadas con la
totalidad No se han separado del entramado de la totalidad reclamando una
existencia separada: el ‘yo’, gran
creador de conflictos. La naturaleza puede llevarte a la quietud. Ése es su
regalo para ti. A través de ti, la naturaleza toma conciencia de si misma.
Cuando percibes la naturaleza y te unes a ella en el campo de la quietud, éste
se llena de tu conciencia. Ése es tu regalo a la naturaleza. Es como si la
naturaleza te hubiera estado esperando durante millones de años.”
Hubo hombres contemporáneos de la Primera Guerra
Mundial (1914-18), entre ellos, el poeta místico irlandés William Butler Yeats
(1865-1939), que en su poema La Segunda Venida
(Second Coming, 1920) denunciaba,
angustiado, el panorama entonces reinante: la anarquía que asolaba la tierra,
la marejada de sangre que se alzaba en el horizonte, el ritual con que los
verdugos laceraban la inocencia, en resumen, una clase distinta de individuos (los
fascistas y los comunistas) que iban a quedarse con el mundo.
Dando vueltas y vueltas en la espiral creciente
ya no puede el halcón oír al halconero;
todo se desmorona; el centro cede;
la mera anarquía se abate sobre el mundo,
se suelta la marea de la sangre, y por doquier
es ahogado el ritual de la inocencia.;
Los mejores carecen de convicción, y los peores
están rebosantes de febril intensidad.
ya no puede el halcón oír al halconero;
todo se desmorona; el centro cede;
la mera anarquía se abate sobre el mundo,
se suelta la marea de la sangre, y por doquier
es ahogado el ritual de la inocencia.;
Los mejores carecen de convicción, y los peores
están rebosantes de febril intensidad.
Ante semejante perspectiva, pesadas tinieblas
llovían sobre su cabeza y sus pesadillas de guerras y desastres sólo eran
vaticinios de cosas peores que revelaría, por medio de la poesía (ese lenguaje
cifrado), al resto de la humanidad. Recordemos: fue testigo de la barbarie
sectaria en su país, del salvajismo por razones de Estado, de etnia, de
religión. Y vivía trastornado por las gyres, trágicas espirales irrefrenables
que agitan la historia. Yeats falleció justo al comenzar la Segunda Guerra Mundial que
desembocó en el espanto del Holocausto y de Hiroshima.
Su visión del colapso de Europa era inequívoca. No obstante, una
estrella brillaba a veces en su cielo encapotado y en otro poema, Plegaria para la vejez, escribiría:
Dios me guarde de aquellos humanos pensamientos
que en la mente están solos;
aquel que canta una canción durable
la siente en lo más hondo.
que en la mente están solos;
aquel que canta una canción durable
la siente en lo más hondo.
De cuando a un viejo le convierte en sabio,
alabado por todos;
Ah, ¿quién soy yo que nunca pareciera,
por mi canción un loco?
alabado por todos;
Ah, ¿quién soy yo que nunca pareciera,
por mi canción un loco?
Rezo – pues las palabras vacías ya se fueron
y la plegaria ha vuelto sólo –
para que pueda parecer, aún cuando viejo muera,
un hombre apasionado, loco.
y la plegaria ha vuelto sólo –
para que pueda parecer, aún cuando viejo muera,
un hombre apasionado, loco.
Evoco estas postales poéticas porque
los titulares actuales son también recurrentes relatos de caos y destrucción. Y
dado que los grandes poetas son las antenas de sus sociedades y de su tiempo,
imagino lo que Yeats escribiría tras recorrer las noticias que ofrece la Internet. Y lo primero que se
me presenta es una imagen de advenimiento, libre de connotaciones
bíblicas o devocionales. Simplemente como la venida o llegada de una época
determinada o de un acontecimiento trascendental. Que podría ser un nuevo
periodo histórico o el acaecer de algo o alguien muy importante. ¿Por qué?
Porque estoy categóricamente convencido de que estamos atravesando un umbral,
rumbo a algo irreversible.
¿Un apocalipsis? ¿Una conmoción 2012?
Nada de eso. Algo más sutil, más definitivo.
En estas circunstancias hay solamente
dos maneras de posicionarse: dejar que nos dominen sensaciones del tipo “fin
del mundo” (con toda su caravana de datos horribles) o predisponerse a intuir
detalles parciales del acontecimiento magno que se alberga entre los pliegues
de la realidad actual (aunque no sean del todo nítidos).
Sabemos que estamos permanentemente
sumergidos en una energía vital universal que abarca a todas las cosas y a
todos los seres. Todas las células de nuestro cuerpo danzan acompañando el
ritmo de sus melodías intangibles.
Todo advenimiento es un estado de
transición, entre lo que uno deja de ser y lo que poco a poco va enhebrándose
en su alma como un manto invisible. Una travesía permanente sin punto de partida y sin puerto de destino.
¿Por qué nuestro título remite a una Buena Era? Porque es algo que está en
el aire continental, especialmente en cumbres sudamericanas. Las culturas
kechuas del Ecuador y Bolivia hablan del sumak kawsay (o Buen Vivir). Se trata de una concepción andina
ancestral de la vida que se ha mantenido vigente en muchas comunidades
indígenas hasta la actualidad. Sumak
significa lo ideal, lo hermoso, lo bueno, la realización; y kawsay, es la vida, en
referencia a una vida digna, en armonía y equilibrio con el universo y el ser
humano. Por consiguiente, sumak
kawsay significa la plenitud del vivir.
El sociólogo uruguayo Eduardo Gudynas ha dicho que la idea del
Buen Vivir ha ganado amplia difusión durante los últimos años. Representa tanto
la disconformidad con la marcha del desarrollo convencional, como la búsqueda
de cambios sustanciales bajo nuevos compromisos con la calidad de vida y la
protección de la
Naturaleza. El Buen Vivir ha surgido ostensiblemente como una
crítica a las ideas del desarrollo convencional que defienden un crecimiento
económico perpetuo, obsesionado con la acumulación material, y que celebra la
mercantilización de la
Naturaleza.
Y añadió: “El bienestar de las
personas aparece como una preocupación central, y no se espera que resulte
apenas del derrame económico del crecimiento de las economías. También es una
construcción multicultural. Los aportes de las cosmovisiones de algunos pueblos
indígenas han sido muy importantes, tanto al romper con muchos de los problemas
anclados en la Modernidad
europea, como en permitir que se expresaran saberes subordinados y marginados
por mucho tiempo. Por ejemplo, desde allí han renovado las discusiones sobre el
bienestar y la calidad de vida, o sobre las comunidades y sus territorios.”
El anhelo de un mundo equitativo donde
la sabiduría teórica pueda encarnarse en la vida cotidiana, es un sueño antiguo
de la humanidad, desde los albores del Neolítico. El eco-teólogo Thomas Berry
(1914-2009) manifestó que la Obra Grandiosa
“para nuestra
generación es transformar nuestras hasta ahora relaciones destrozadoras y
destructivas con la Tierra …
en relaciones gentiles y apacibles. Tenemos dos opciones: creer que los
humanos están separados de la
Naturaleza o que están inter-conectados en ella. El mundo
es una comunión de temas, no una colección de objetos. Si destruimos el mundo
exterior, destruimos nuestro mundo interno. Y el no entender eso y heredar un
mundo degradado, un planeta degradado, produce humanos degradados. Y humanos
degradados continuarán degradando mucho más el planeta… Estamos despertando de
una fase destructiva. Se trata de momentos cosmológicos de gracia, que ya se
dieron en el universo cuando el futuro fue determinado de manera muy profunda,
cuando estaba al borde de la catástrofe”.
A propósito, en una carta escrita a Dorothy
Wellesley (julio 6, 1935), el poeta Yeats se refería a la contemplación de una
imagen esculpida: “Alguien me ha enviado
como obsequio una pieza grandiosa de lapislázuli tallada por algún escultor
chino, que ofrece el paisaje de una montaña, con un templo, árboles, senderos y
un asceta con su discípulo a punto de escalar la montaña. Asceta, discípulo,
roca dura, el tema eterno del Oriente sensual. El grito heroico en medio de la
desesperación. Pero no, estoy equivocado, el Oriente tiene siempre sus soluciones
y por lo tanto nada sabe de la tragedia. Somos nosotros, no Oriente, los que
debemos elevar el grito heroico.” Dos años antes, había escrito un
monumental poema al respecto, ligándolo al declive de una civilización.
Oportunos versos para cerrar estas líneas sobre la descomposición del siglo XX:
Dos chinos, seguidos por un tercero,
en lapislázuli están tallados.
Sobre ellos vuela un ave zancuda,
símbolo de longevidad;
el tercero, un sirviente, sin duda,
lleva un instrumento musical.
Cada decoloración de la piedra,
cada grieta o melladura accidental
parece un torrente o un alud,
o una elevada ladera donde aún nieva,
aunque sin duda una rama de ciruelo o cerezo
endulzan la casita a medio camino
hacia donde suben esos chinos,
y me complace imaginarlos allí sentados,
sobre la montaña y ese cielo,
sobre la trágica escena que contemplan.
Uno pide melodías lastimeras;
hábiles dedos comienzan a tocar.
Sus ojos entre muchas arrugas, sus ojos,
esos ojos ancianos brillan de alegría.
MIGUEL GRINBERG